en General

Concentración de esfuerzos

Una técnica de productividad que da resultados tremendos consiste en evitar intentar abarcar muchas cosas y concentrar nuestros esfuerzos en aquella tarea o cometido que queremos sacar adelante. Es especialmente útil en tareas de una complejidad media o alta, justamente aquellas que tenemos tendencias a posponer y acaban haciéndose eternas.

El límite físico

Al contrario que la unidad central de proceso de un ordenador donde se pueden ejecutar múltiples programas simultáneamente, nuestra red neuronal no está diseñada para la multitarea. Puede parecer una buena idea realizar varias actividades a la vez. Puede dar una falsa apariencia de productividad, pero sin embargo es contraproducente ya que no estamos diseñados para esa forma de trabajo.

Cuando realizamos una tarea, la actividad neuronal se incrementa en ciertas zonas del cerebro. Cuando realizamos otra tarea, se activan otras zonas, pero en gran medida hay un solapamiento de las zonas activadas, Los recursos neuronales son limitados y compartidos entre distintas actividades, lo que significa que simplemente no podemos realizar más de una tarea de forma eficiente. Ya se ha visto con diversos estudios donde los voluntarios hablaban por el móvil mientras conducían o manipulaban el aparato mientras caminaban por la calle. La atención cae en picado hasta el punto de no ver una señora con un carro de bebé que se cruza en el camino (por suerte no era en el caso del conductor distraído sino en el del viandante).

Al empezar a realizar una actividad, en nuestro cerebro ocurre una serie de cambios. Lo que sería el equivalente a la unidad de gestión de memoria saca los recuerdos relacionados con la actividad a realizar y los pone en la memoria de trabajo.  Cuando voy a empezar a trabajar por la mañana me viene a la cabeza qué es lo último que estaba haciendo el día anterior, dónde escribí la última línea de código, la sintaxis del lenguaje de programación de turno,  la localización de la documentación del proyecto, la próxima tarea a realizar…

Es decir, se carga en mi memoria una serie de informaciones que proporcionan el contexto para llevar a cabo la tarea. Si en el momento que estoy inmerso en algo, alguien interrumpe, posiblemente no le haga mucho caso de inmediato, o incluso ni me dé cuenta al principio dependiendo de lo sumergido que me encuentre. Y tras la charla, seguramente estaré unos instantes algo confuso antes de poder volver a retomar el hilo al 100% de lo que lo llevaba antes de la interrupción.

Esto nos pasa a todos, ya que el cambio de contexto es costoso. Hay que liberar recursos dedicados a una tarea para dedicarlos a otra. Un ordenador lo hace en menos de un microsegundo, mientras que nuestro cerebro es varias órdenes de magnitud más lento, además con tendencia a alargar la charla más de la cuenta J

En ese cambio de contexto es posible que incluso perdamos información, ya sea la que estábamos obteniendo externamente o peor aún la que estábamos produciendo en el proceso interno creativo de la actividad que realizábamos en el momento que fuimos interrumpidos.

La técnica: reconocer nuestros límites

Una técnica para minimizar estos problemas consiste en asignar bloques de tiempo a tareas. Un caso típico de distracciones para los que trabajamos delante del ordenador es el correo electrónico. Si tenemos el email abierto todo el tiempo, la dichosa notificación nos interrumpirá y con casi total seguridad caeremos en la tentación de dejar momentáneamente lo que estábamos haciendo para fisgonear el correo. Ídem para los caralibro, piopio y demás redes sociales de moda. Reserva media hora en la mañana para revisar la correspondencia, y olvídate. Cierra el navegador y el Outlook. Si realmente ocurre algo importante no te preocupes que ya se espabilarán para contactar como sea, siempre deja algún medio de contacto si crees que hace falta en algunos casos.

Si no quieres que te molesten, hazlo saber a los demás. Pon un cartel de “no molestar” en la puerta. Si te lo puedes permitir pon el móvil en modo silencio y de vez en cuando, cuando te vaya bien échale un vistazo: Si ha ocurrido algo realmente importante lo sabrás por el número de llamadas perdidas ;). La verdad sea dicha, hay muy contados casos en los que tener alta disponibilidad sea algo realmente crítico.

A largo plazo resultados extraordinarios

En un orden superior de las cosas, podemos analizar las tareas que realizamos a lo largo de las semanas o meses. A qué actividades estamos dedicando nuestro tiempo. Podemos tener la tendencia a exprimir nuestra agenda con el máximo de actividades posibles. Pero ya se sabe, el que mucho abarca poco aprieta. De todas esas actividades, analiza cómo contribuyen a tu bienestar a largo plazo. ¿Realizar esas actividades te llevaran a estar mejor de cómo estas ahora dentro de 5 años?

Tal vez algunas de esas actividades sean realmente de “relleno”, o hay alguna actividad que deberías hacer o más a menudo. Haz un listado de esas actividades, y contraponlas contra los resultados del ejercicio de la rueda de la vida. Analiza si esas actividades están reforzando aquellos puntos en los que estás más flojo, o se concentran en lo que ya son tus puntos fuertes. O tal vez tengas actividades que pueden esperar.

Las personas que marcan la diferencia normalmente no es porque tengan algo en especial que los demás no tengan, es simplemente que han dedicado su tiempo a actividades que les han ayudado a desarrollar sus competencias a un nivel de excelencia. No es simplemente que sean afortunados, usualmente hay un trabajo detrás de años que no está a la vista.

A veces se nos ocurren ideas, ya sea de negocio, un hobby que se nos antoja o lo que sea, pero muchas veces no las llevamos a la práctica por la usual excusa de falta de tiempo o cualquier otra. Si te parece que la idea es mínimamente buena, ¿por qué no darle una oportunidad para ver qué pasa si la llevas a cabo?  Haz hueco en la agenda, eliminando actividades superfluas o que puedan esperar, y sumérgete a fondo. Las oportunidades están ahí a la vuelta de la esquina, sólo hay que hacerles caso.

Si miráis la fecha de la entrada anterior, ha pasado bastante tiempo desde entonces. En parte ha sido por efectos – mínimos, sin dramatizar – del terremoto del noreste de Japón. Pero principalmente quería concentrar mis esfuerzos en otro proyecto, y la verdad es que estoy muy satisfecho con los resultados.  Claro que el  blog se ha resentido, pero para compensar esta entrada me está quedando bastante larga ;).

En resumen, si hay algo que te haría ilusión hacer y vale la pena hacer, no lo pienses más y ponte con ello. Entrégate al 100% aunque sea a costa de otras actividades, y verás que en breve tiempo harás mucho más progreso y con menos esfuerzo de lo que te pensabas.

Reinventarse a uno mismo

En los orígenes el género humano tenía pocas cosas de qué preocuparse, aunque vitales para la supervivencia: cazar alguna bestia para alimentarse, buscar cobijo, reposar, reproducirse, y poco más. Con la evolución de la civilización surgieron los oficios y nació la especialización: Unos se dedicaban a producir alimentos, otros a construir casas, otros a confeccionar prendas de ropa… Con la revolución industrial la especialización subió a un nuevo nivel, de manera que una persona no crea algo completo, sólo es parte de una cadena en la que se encargará de apretar una tuerca o coser un botón.

Ahora estamos viviendo la revolución de la información, en un mundo hiperconectado en el que es posible saber que fulanito se ha quedado sin papel higiénico en la otra punta del globo en tiempo real. La cantidad de información a la que podemos acceder con la punta de los dedos es tal que nos haría falta varias vidas para mirar todos los contenidos disponibles en Internet.

La complejidad de los desarrollos en las empresas es tal que en la mayoría de los casos una persona por sí sola es incapaz de realizar todas las labores de la cadena de producción. Tras diversos años de especialización un trabajador se convierte en una pieza de engranaje que ha de encajar en su sitio o la acabarán reemplazando. Las piezas más raras son las más irremplazables.

¿Tus habilidades se encuentran a patadas en el mercado laboral? ¿O por el contrario estás ultraespecializado y no podrías cambiar de trabajo aunque quisieses? Todo tiene remedio, sólo hay que proponérselo.

Cuando pedí la excedencia para venir a trabajar a Japón sin tener nada apalabrado me encontré que mis conocimientos genéricos ingenieriles no impresionaban a nadie, y los específicos, pues no encontraban salida, ya que al querer cambiar de sector (trabajaba en el sector ferroviario), me encontré que mis conocimientos en sistemas de telecontrol no me eran de mucha ayuda.

Me di cuenta de mi error: debería haber empezado a aprender de antemano una nueva especialización para lo que quería hacer. Y la madre del error: no sabía exactamente qué quería hacer, por lo que tampoco sabría en qué debería especializarme.

Bueno, al cabo de un tiempo finalmente encontré una empresa en la que depositaron su confianza en mí, y parece que están contentos conmigo aunque “lamento” no me quede a dormir en la oficina como hacen algunos compañeros japoneses :D.

Yo he pasado de ser ingeniero de telecontrol, a desarrollador de aplicaciones web, programador de iPhone y ahora de Android, en cada paso teniendo que aprender un conjunto de conocimientos nuevos sobre la marcha. Y ya veremos lo que haga en el futuro, estoy abierto a todas las posibilidades.

Lo que vengo a decir es que especializarse no es malo, al contrario. Lo malo es encasillarse uno mismo, ya que eso es aferrarse a una falsedad voluntaria e innecesariamente. Sí es posible cambiar de especialización. Y mi recomendación es empezar a preparar la siguiente especialización una vez has dominado en cierto grado la actual, para no quedarte con una mano delante y otra detrás como casi me pasó a mí.

Reinventar el empleo

En España, con las tasas de paro en especial la juvenil por las nubes, lo que tendría que hacer la gente es montar sus negocios propios. Esperar a que las empresas tradicionales o el papá estado les solucione la papeleta es tan realista como las cartas que yo escribía a los reyes magos. El empleo se rige por las leyes de la oferta y la demanda. Si las empresas no demandan empleo, hay que buscar otras soluciones alternativas y creativas: ¡Si no existe pues se crea! A mí me parece más productivo romperse los cuernos intentando levantar un negocio que estar puliendo currículums. Aprenderás mucho más de la primera manera. Mejor patear la red de amigos buscando apoyos (ya sea financiero, de conocimientos o de colaboraciones) que recibiendo portazos de multinacionales o esperar llamadas que nunca llegan.

Si te decides a montar algo, ten en cuenta el tema de la especialización. Por lo general es contraproducente hacerlo todo tú solo en especial en el caso de las tecnologías de la información. Hablo sobre las TIC porque me queda más cerca. Asóciate con gente de otras ramas. Si os juntáis dos informáticos mal vamos :D. Aún así mejor que en solitario. Pero mejor uno de administración de empresas o similares y el otro informático. Ya sabes, cubrir la debilidad de uno con la fortaleza del otro. Que cada uno se centre en lo que más sabe, y de esa manera crear sinergias que os lleven más lejos de lo que podríais conseguir por separado.

La empresa donde estoy actualmente la montaron cuatro amiguetes: dos con conocimientos de gestión empresarial, y otros dos ingenieros. Y la verdad que hacen un equipo muy potente. En dos años han pasado de 4 a 30 trabajadores si contamos los de tiempo parcial. Y dan empleo a los más jóvenes, los más perjudicados en la economía actual japonesa, tal como ocurre en España.