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Serie inversión – gestión del riesgo con bonos

En el artículo anterior hemos visto que para minimizar el riesgo de invertir en bolsa lo más práctico es invertir a través de fondos de inversión que incluyan una gran variedad de acciones, para lograr una gran diversificación de manera asequible para todos los bolsillos . Y también es de suma importancia invertir a largo plazo, es decir, comprar y «olvidarse», sin andar comprando y vendiendo según la situación del mercado.

Aún así, a través de un fondo que invierta en acciones altamente diversificado, los bandazos que puede dar el valor pueden ser considerables. Aunque a la larga el valor tenga tendencia a ir subiendo, los bajones pueden hacernos sentir un nudo en el estómago. En especial si estamos cerca de la retiración o disfrutando de ella.

Es aquí cuando entran en juego los bonos. Los bonos no son más que préstamos que damos a entidades gubernamentales o a empresas, con una duración e interés determinados. Es decir, durante el período que tengamos en posesión los bonos, recibiremos pagos de intereses, y al finalizar el plazo nos será devuelto el valor que pagamos inicialmente por el bono.

A la larga, los bonos proporcionan menos rendimiento que las acciones, pero el valor es más estable. Dicho de otra manera, menos riesgo pero también menos beneficio.

Nuestra estrategia de inversión consistirá en una combinación de acciones y bonos de manera que los altibajos de las acciones queden suavizados por la estabilidad de los bonos.

La idea es que cuando las acciones aumentan mucho de valor respecto a los bonos, podemos vender una porción de las acciones y comprar bonos con el dinero de la venta para consolidar ganancias.

Y al contrario, cuando las acciones pierden valor, podemos vender bonos para comprar más acciones a precio de ganga.

Veamos con un ejemplo con números. Pedro y Ana tienen invertidos 10.000 euros cada uno. Pedro invierte todo en fondos de acciones, y Ana reparte 7.000 euros en acciones y 3.000 en bonos.

Al cabo de un año las acciones han subido un 10%, y los bonos se han mantenido estables. El valor de las inversiones de Pedro es ahora 11.000 euros, mientras que el de Ana es 7.700 + 3.000 = 10.700 euros. Parece que Pedro lleva ventaja.

Ana decide ajustar las cantidades de acciones y bonos, para mantener la proporción inicial de 70% y 30% respectivamente. Vende acciones y compra bonos de manera que ahora tiene 7.490 y 3.210 euros de cada uno.

Al año siguiente la cosa no fue tan bien y las acciones cayeron un 8%. Los bonos se mantuvieron estables.

El valor de las acciones de Pedro ha bajado a 9.844 euros, mientras que las de las de Ana ahora valen 6.890, a lo que hay que sumarle los 3.210 de los bonos para un total de 10.100 euros en total. Ahora es Ana quien tiene la voz cantante.

Aquí han ocurrido varias cosas que merecen atención. Primero, en época de bonanza las acciones no tienen rival. El grueso de los beneficios los obtendremos con las acciones.

Segundo, los bonos protegen nuestro patrimonio en época de vacas flacas. Al segundo año Pedro tiene ligeras pérdidas, mientras que Ana ha sido hábil en consolidar ganancias transferiendo acciones a bonos.

Ana no tendrá ganancias tan espectaculares pero dormirá más tranquila cuando las acciones sufran correcciones, lo cual es importante también.

Tercero, es de destacar que una caída del valor afecta más que una subida del mismo valor porcentual. En la práctica recuperarnos de una caída suele requerir más tiempo que lo que ha tardado en bajar.

Para simplificar no he tenido en cuenta los pagos de intereses y dividendos, ni se realizan inversiones periódicamente, pero queda reflejado el comportamiento básico de las acciones y bonos.

Aunque a la larga la potencia de las acciones es superior, y no hay ningún problema en invertir únicamente en acciones, en especial si somos jóvenes y tenemos décadas de inversión por delante, es recomendable tener bonos para suavizar el trayecto. Si uno pierde el sueño preocupado por las eventuales caídas de la bolsa, es indicativo de que tal vez hemos asumido más riesgo del que podemos digerir, y habría que pensar en aumentar la proporción de bonos.

De acuerdo, ya estamos convencidos y vamos a añadir bonos a nuestra cartera. Hay bonos de todo tipo. Los que son expedidos por países o por empresas, de largo, medio o corto plazo, con diferentes ratings de calidad, los que pagan más o menos intereses… ¿Cuáles compramos?

Aquí surge de nuevo el tema del riesgo. No todos los bonos son iguales. De entrada se puede intuir que los bonos gubernamentales son más fiables que los de las empresas. Y hay países con más capacidad que otros. Y no es lo mismo que te devuelvan el dinero dentro de unos meses que en 10 años. Al final se trata de que a mayor riesgo, más intereses recibirás. Y el riesgo es que la entidad correspondiente quiebre y te quedes sin dinero.

Hay tantas opciones que lo que vamos a hacer para simplificar es usar una estrategia similar a las acciones: en lugar de comprar bonos individuales, compraremos a través de fondos de inversión que nos proporcionarán diversidad.

Hay fondos que se limitan a comprar bonos de los paises y empresas más fiables, y en una variedad de términos e intereses. Cuando un bono caduca, vuelven a comprar más con el dinero percibido. Los fondos de inversión de bonos suelen tener costes de mantenimiento ligeramente superiores a los de acciones debido principalmente a este reemplazo de los bonos que han llegado a su fecha de término.

Los fondos de inversión en bonos nos simplifican la vida y también son asequibles, así que serán una herramienta más en nuestro camino a la prosperidad.

Espero haber dejado de relieve la importancia de los bonos. Ahora que hemos dado un vistazo a lo que nos ofrece el mundo de la inversión, y que no hay que tener miedo con los conocimientos adecuados, vamos a ir desvelando las estrategias concretas, los ingredientes y proporciones a usar para invertir sin tener nada que envidiar a gestores de patrimonio profesionales.

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